EL PATRIMONIO DESCUIDADO
La coherencia del reflejo no depende de los conceptos alterados ante la dispersión cultural, ni de la avalancha de indolencias que rodean al discernimiento para alcanzar una realidad escondida entre el acopio de vivencias, tanto de los objetos como de sus conservadores.
La memoria carecerá de perspectivas si no posee como aval una absoluta confirmación de los hechos o una exhaustiva antropología destinada a proteger sus edificios, museos, obras de arte o incluso los tesoros escondidos por falta de pruebas. A ese secuestro de la imagen se dirige la mirada y, a través de ella, la duplicidad actúa para atrapar el interior de lo que los ojos no alcanzan a ver.
Ahí es donde la ciencia eleva su rigor, al poner a nuestro servicio la posibilidad de ir más allá de la realidad y adentrarnos en los mundos de la percepción. La Fotografía no es sólo la duplicidad del objeto en mimesis con lo real evidente; su osadía es introducirse y sacar a relucir la intimidad, el aura, los sentimientos y el arte.
No basta catalogar la herencia patrimonial con una pluma de oca, ni defender historiales con elusivas palabras de encomio.
No basta una foto guardada en el cartapacio del olvido. Son necesarios datos, técnica, fechas, testimonios, biografías y el etcétera necesario para verificar ese territorio del patrimonio.
Desde el tizón en la cueva prehistórica a la realidad virtual, la ambición ha sido perforar con la inteligencia adecuada ese espacio entre ojo y mirada, entre usufructo a favor o indolencia endémica. No es el currículo palabrero o la paciencia erudita de un conservador sin medios para seguir adelante con sus investigaciones los que pueden dar verosimilitud a los hechos. Ocho kilómetros tiene el archivo de Venecia, catalogado en extremo, fotografiado con las mejores condiciones de luz, cámaras de alto nivel, profesionales cualificados y, en fin, todo lo necesario para que el documento quede guardado, no sólo en la memoria, sino también en el cajón histórico pertinente con la esperanza de que cuando se abra, tengamos un perenne recuerdo como regalo que ilumine una sociedad con los ojos bien abiertos y total deferencia y lealtad a su cultura.
Todo lo escrito anteriormente es una insinuación para ser comprendida de forma circunstancial por quienes aman tener sus recuerdos a recaudo de malversaciones, olvidos e indiferencias varias. Una buena foto que entre hasta el entramado del lienzo, verifique el estado del cuadro, por ejemplo, las fisuras, los defectos, el craquelado y las estrías, tiene derecho a ser considerada prioritaria si una sociedad no quiere hacer el ridículo histórico.
Manuel Solbes Arjona – Artista plástico y Escritor
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.